domingo, 8 de febrero de 2009

una partida de póker

El ambiente se vuelve cada vez más denso gracias al humo del puro de “El guapo”, que se mantenía ajeno a la partida mientras el resto humeaba mariguana y tabaco comercial al calor de las cartas de póker. Parecía un grupo singular y todos se llamaban por motes: “El profe” uno de los dos elementos empollados con fruición frikista en cuestiones de historia de todo tipo, “Primus McPrime” el otro historiador autodidacta, “El Cobra”, también llamado “Guevareitor” por su condición de ser cubano y llamarse Ernesto de nacimiento, “Jairoman”, un señor capaz de tumbar a un caballo pura sangre de una sola torta con una de sus manos, “El banquero” o “El Conde”, que siempre solía presentarse en todos lados con una buena dosis de gomina ordenando pétreamente todos y cada uno de los pelos de su cabeza, y por último, “Sir Pando de la Campa”, que tras presentar cortésmente la partida y explicar las reglas, se atreve a poner orden a las 20:30 horas de la tarde.
Acabamos de entrar en enero de 2009 y entre el frío que baja de la Sierra Nevada y la humedad del ambiente, lo que más se apetece es juntarse con los amigotes a jugar a las cartas ocupando consentidamente el hogar de “El profe”.
Llega el momento en que uno de ellos, “El guapo”, apagando la música, hace callar al resto para con gesto intrigado preguntar-. Señores ¿No les parece que hay demasiado silencio fuera de aquí? .-
Al cabo de unos segundos el primero en hablar es “El conde”, que no le da importancia a la observación y se encuentra en posesión de la mejor mano de la noche, contesta -.Si, eso es porque la verdad está ahí fuera y ahora vienen los de expediente X ¡Ya salió el pijo este¡ Claro, como no juega, se pone a despistar al resto. Seguro que está aliado con alguno. A ver… ¿cuáles son las señas?.-
-. Que no, carajo.- Interviene “El cobra” por su lado -.De verdad que la calle está silenciosa. Normalmente se escucha algún coche o algo rulando, y hace rato que solo somos nosotros los que hacemos ruido.- Deja caer una risilla nerviosa.
-. ¡Cagondiossss¡.- Dice de repente “El profe” -. A ver si me voy a tener que levantar para callaros la boca y seguir jugando. Que nadie me mire las cartas porque la vamos a tener.- Si la frase en sí impone respeto, imagínense además pronunciada con el acento madrileño de “El profe”. Todos sonríen en complicidad. Diciendo esto, se levanta y abre la puerta del balcón. El resto se sorprende de verse de pronto prestando atención a los sonidos del exterior. Sin darse cuenta son atraídos por la pregunta de “El guapo”.
Realmente la calle está muerta. De hecho, no se mueve ni el viento. Son solo las 21:11 de la tarde-noche de un sábado, 3 de Diciembre de 2009 y, por el apacible pueblo de Churriana de la Vega no caminan ni los perros.
Ahora el silencio se extiende al menos durante tres minutos.
-. Bueno ¿Seguimos con la partida o no?.- Interviene con nerviosismo “El Conde”. Al parecer las cartas ya empiezan a quemarle entre las manos. -. No, espera un segundo.- Interrumpe “McPrime” con rictus interrogante. -Mi primo tiene razón. Vivo en esta mierda de pueblo desde hace una puta purriá de años y este silencio no es normal. Es que es de cajón, aquí siempre, como mínimo siempre se escucha algún chucho ladrando por las esquinas o las motos o algo pero no se oye nada más que a nosotros. Déjame a ver, Dan (dice dirigiéndose a “El profe”).- Con esto pasa por delante del anfitrión y sale al balcón estirándose lo máximo posible para ver el fondo de la calle. Ahí no pasa nada en absoluto. Pero nada de nada. Resulta muy inquietante. Ya casi empiezan a desear que alguien estornude fuera de la habitación. Todos guardan silencio y solo pueden escuchar sus respiraciones y el latir de sus corazones.
-.¿Alguien quiere bajar a ver si pasa algo?.- La voz viene desde la esquina de “Pando de la Campa”. Se dirige a “El guapo” por su nombre, más que nada porque comparten vivienda desde hace unos meses, por eso continúa diciendo:-. Coquín, sal tú tío, que así seguimos jugando nosotros.-
-.Si hombre, los cojones.- Responde el aludido.-. Ponte ahora todo el forraje y vete a dar una vuelta. A mí me mosquea la cosa pero si bajo piensa en esto. ¿No crees posible que me pueda quedar yo también en silencio para siempre?.-
-.Ya salió el exagerado.- Interviene “Jairoman”
-. Nadie te va a violar de aquí a la esquina.- Le sigue “el Profe” para intentar convencerlo.
-.Venga “Guapo”, y te invitamos a unas putillas después.- Esto último lo dice “El conde” con una sonrisa picarona en el rostro y los ojos medio entornados.
Entonces, todos empiezan a cantar al unísono -. ¡Guaaapo, Guaaaapo, Guaaaapo¡.-
-.!Bueno, vale ya ¡ .-Sentencia “El Guapo” con firmeza. Callan de repente y vuelven a darse cuenta del silencio angustioso que sigue imperando en el aire. -.Vale, salgo.-
Señala a “El Conde” con la punta del dedo índice-. No te preocupes por las putas, a mí no me hacen falta. Cámbiamelas por unos gramitos de verde, tramposo.- Se pone la chaqueta, el anorak, mueve un poco los brazos y antes de salir exclama sentenciando: -. Esta me la deben.-
Cruza el pasillo, callado como las ruinas, llega al portal de edificio en silencio absoluto, abre la puerta de la calle y al poner el pie en la acera mira hacia el balcón. Los cabrones no están jugando sino mirando por la ventana, esperando la respuesta del guapo; sea cual sea.
Una vez en la esquina, da un último vistazo al balcón antes de perder la calle entera, enfila sus pasos a la principal, San Ramón, esperando escuchar al menos los coches al fondo, en la lejanía….. Nada. Ante esta perspectiva, la acción que le sigue, en otras circunstancias hubiese sido digna de locos, pero allí no había nadie, ni de lejos. ¿Quién le iba a decir nada por gritar como un poseso? -.!!!!AAAAAAAh¡¡¡ ¡¿Hay alguien ahí?¡-. Guarda silencio unos segundos y no oye nada. Este asunto adquiere tintes terroríficos. Da media vuelta y enfila dirección a la partida de pócker. No anda ni quince metros y algo le acelera el corazón como nunca había nada lo había hecho. Primero, unos pasos lejanos a la carrera que se acercan, después, esos pasos se convierten en muchos más, y más, y más. “El Guapo” rompe a correr tan fuerte que no siente tocar los pies con el suelo. Mira tan solo una vez hacia atrás y distingue un millar de sombras vibrando en la distancia. Llega al portal, todavía están todos en el balcón y al verlo correr como alma que lleva el diablo, se tiran todos menos “El Profe” a por el telefonillo para abrirle las puertas, y no sigue al resto en ayuda de “El guapo” porque está petrificado mirando como una marabunta de seres sin forma y en todas direcciones se dirigen a Coquín “El guapo”.
Coquín entra raudo en el edificio y antes de querer darse cuenta ya está en una esquina del salón, temblando como un niño al que acaban de raptar para tirarlo en una piscina de hielo.
-. ¿Qué es eso Coquín? ¿Qué coño es eso? .- Pregunta su amigo, mánager y convecino mientras le agarra de las solapas del anorak.
-. ¡Dios santo¡ ¡Apagad las luces¡ ¡Silencio coño¡.- “El profe”, que estaba viento lo que pasaba a través de puerta del balcón, cierra puertas y cortinas y se aleja sin darles la espalda. Todos permanecen mudos y totalmente acojonados en la oscuridad. Pueden oír como los pasos se acercan exponencialmente y sin remedio, entran en el edificio y llegan hasta la puerta de la casa. Son tantos que también oyen como copan todo el interior del edificio y al alcanzar las puertas se paran a esperar. A juzgar por los pasos que se acercan, calculan que deben ser más de quinientos o mil, incluso. Otra vez silencio, solo roto por los pálpitos del grupo de amigos. Saben que están otra vez en medio de la absoluta nada sonora pero esta vez, se saben rodeados.
La puerta de la casa empieza a resentirse por la presión de los cuerpos apretados unos contra otros, ejerciendo miles y miles de bares de fuerza contra una plancha de nogal y barniz.
-.!Ay dios, ay dios ¡.- Suspira “Jairoman”-. ¡Cállate coño¡.- Le incoa “Guevareitor” con un golpe de codo en el costado.
Caen en la cuenta de haber sido descubiertos porque ahora la presión sobre la puerta parece ser intencionada, rítmica, y cada vez cede más. Están escondidos en el baño, apretujados en la bañera cuando la entrada cede con un chasquido agudo. Saben que los que acaban de llegar no se quedarán en la entrada. Todos, sin excepción, sienten como un sudor frío como el hielo les empapa por completo la cabeza y la espalda cuando oyen otra vez las pisadas en su busca. Se aproximan a la puerta del baño. El pomo repiquetea haciendo amago de ceder. La habitación está fría, húmeda y negra. Tan negra que no se enteran de que “El Conde” cae desmayado a causa de un colapso nervioso.
La puerta cruje, se parte el pestillo, todos gritan y a los pocos segundos todo vuelve a estar otra vez en silencio.

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